domingo, 2 de septiembre de 2012


UN MUNDO, UN ORBEGOZO



En tokio

Testigo de su tiempo es el libro que Manuel Jesús Orbegozo publicó en abril de 2007. Publicación que me acercó  aun más a este notable periodista durante mi etapa universitaria, pues con el propósito de escribir un reportaje, tuve la suerte de acudir a su domicilio en reiteradas oportunidades. Recuerdo las largas tardes en su sala, ante la atenta mirada de sus más de 500 buhos de colección que adornaban su casa y la interrupción, cada cierto tiempo, de su nervioso loro que carreteaba en forma inesperada. Ahí, no solo pude conocer al profe Orbegozo como todos los llamábamos en San Marcos, sino también al periodista apasionado que no dudaba en contar detalles de sus viajes alrededor del mundo y de mostrar cada albúm de los más de 200 que tenía guardadas como verdaderos tesoros en su computadora. Parte de esas imágenes que me regaló así como anécdotas curiosas que me contó como el de su casamiento en el Congo, la soberbia del pintor Guayasamín  y de su abandono a la vida militar, comparto hoy con ustedes.

MJO, como Orbegozo acostumbraba firmar sus publicaciones periodísticas, fue uno de los periodistas más reconocidos de los años cincuenta  que siempre supo guardar y administrar muy bien sus recuerdos, esto lo podemos comprobar no solo los que lo conocimos sino también los que leyeron Testigos de su tiempo, libro de memorias de tres tomos donde narra todas las experiencias de los viajes alrededor del mundo que tuvo que realizar para cumplir su labor periodística.

En el Partenón

Este libro fue prologado por Luis Jaime Cisneros, ex presidente de la Real Academia de la Lengua Española y el prefacio estuvo a cargo de Alfonso Grados Bertorini, amigo entrañable de trabajo y experiencias de Orbegozo. Prefacio que su autor asegura tener el placer de realizarla ya que conoció y apreció el trabajo realizado de quien para él fue y será siempre, uno de sus mejores amigos.

Quienes conocieron a Manuel Jesús Orbegozo, colegas, amigos y compañeros de bohemia del periodista natural de Otuzco lo califican como uno de los mejores periodistas de los años 50. Esta época, decía Orbegozo, no se repetirá ya que las nuevas generaciones de periodistas han perdido la esencia que hacía más apasionante la profesión, pues ahora los periodistas no son verdaderos testigos de su tiempo.


Con la madre Teresa de Calcuta
 
En el desierto de Gobi
MJO fue testigo vigoroso de innumerables acontecimientos alrededor de mundo. El trabajar en tantos medios le dio la posibilidad de conocer a figuras internacionales de gran trascendencia, como Heminngway, Guayasamín, un pintor que cuando el periodista le preguntó quienes eran los cinco pintores más grandes del mundo actual, este le mencionó solo cuatro. El quinto era él. Manuel Orbegozo escribió denunciando su soberbia. Cuando regresó años después, Guayasamín le dijo que ya no era soberbio.

Orbegozo conoció también a Lesh Walesa cuando este salía de la prisión (Walesa llegó a ser presidente de Polonia, pero más tarde dejó el cargo). También, estuvo con Pol Pot, 48 horas antes de que fuera derrocado por los vietnamitas, a los diez años de ese encuentro fue a buscarlo; pero, no lo encontró. Poco tiempo después apresaron a Pol Pot y apareció en lo periódicos como uno de los delincuentes más peligrosos del mundo.

Con la Madre Teresa de Calcuta
Conoció a Mao como a la madre Teresa de Calcuta quien le regaló un rosario. A ella la vio limpiándoles el sudor, las lágrimas y saliva a los moribundos de etiopia. Estuvo en cinco citas con Gorbachov, dos con Bush, una con el papa y una con Teng Suiao ping.

Aunque no todos los saben Manuel Jesús Orbegoso se casó en uno de sus viajes. Una de las anécdotas que él calificaba como la más espectacular, fue su casamiento con M’Bare en el Congo, dijo que lo hizo para conseguir la visa que le daría la posibilidad de viajar a Bangui y estar presente en el juicio de Bokassa, un napoleón africano que fue denunciado por sus connacionales de haber robado demasiado y haber abusado mucho del pueblo.

El periodista  se casó con la secretaria del consulado en Congo. Luego de realizada la ceremonia el periodista engañó a su esposa y se fue a su hotel, ese mismo día a escondidas viajó a Bangui. Posteriormente envió postales M’Bare, pensando que de alguna forma disminuiría su falta, sin embargo ninguna de ellas fue contestada. Hasta hoy  el periodista no la ha vuelto a ver y espera no hacerlo no solo por la distancia que los separa, sino porque no tendría cara para hacerlo.

Para el periodista peruano, la pasión por su carrera era lo más importante y agotaba todos los medios existentes para conseguir la información que se le había encomendado. Reconoció que su comportamiento causo daño en otra persona; pero, en ese momento, era prioridad el juicio de Bokassa al que debía acudir, y el periodismo "era primero que todo". Esta anécdota es poco conocida, pero sucedió y todo esto es narrado al detalle en su libro con la publicación de las fotos que dan crédito a lo mencionado.

En un desfile en el Sahara
En una conferencia en la universidad Ricardo Palma el periodista del 50 contó esta anécdota del matrimonio con M’Bare y como era de esperarse causó mucha polémica y dividió al auditorio, había quienes calificaban de poco ético engañar y jugar con los sentimientos de una extranjera y quienes defendían la astucia del periodista para conseguir la visa.

Manuel Orbegozo fue director de la escuela de Comunicación Social de la Universidad de San Marcos. A pesar de quienes afirmaron que los últimos años de su vida vivió enfrascado en sus logros pasados, los que tuvieron la posibilidad de trabajar con él, afirman que es una persona que busca siempre motivar a las personas y de inspirar en ellas la pasión por lo que hacen,  además de ser una persona calmada, dócil; pero no manipulable, ya que sabe muy bien tomar sus decisiones y ser consecuente con todas ellas, muchos de los que lo conocemos coincidimos en señalar que  hablar con él es un aprendizaje contínuo porque hasta conversando con él se aprendía.


Particularmente, lo que más recuerdo del periodista es su vehemencia para realizar ciertas cosas, coleccionó adornos de búhos de todos las partes de mundo; así como, tenedores, cucharas y cuchillos de todos los viajes que realizó; todos tenían una firma grabada o un distintivo que señalaba su procedencia. El reconocido periodista de los años 50 se las ingeniaba para robar los cubiertos de cada avión que lo transportaba. En su biblioteca además de sus libros autografiados (uno de ellos por Pablo Neruda), también guardaba sus múltiples carné de prensa, boletos de viaje y, cómo no, la cámara fotográfica a rollo con la que tomaba fotos de cada lugar que conocía. Pero, lo que más llamada la atención si duda eran sus condecoraciones, un sombrero de Vietnam, un terrón del muro de Berlín, una bomba, un pedazo del uniforme de un soldado extranjero muerto ante sus ojos y más búhos que demostraban la experiencia y trascendencia a la que hacían referencia sus amigos y compañeros de trabajo.


Su libro



Testigo de su tiempo es el resumen de las experiencias de quien desempeñó su labor periodística sin mayores escándalos.  En 1951 Manuel Jesús Orbegoso vino de Otuzco, La Libertad a Lima, sabía que e la capital tendría más oportunidades de mostrar su trabajo y de conseguir que lo valoren. Pudo viajar por todo el mundo y  publicar sus memorias con el fin de incentivar el amor por lo que el considera su mayor pasión, el periodismo.

En Bagdad

En su libro no solo cuenta sus vivencias, sino que describe las destrezas periodísticas que realizó para conseguir la información.

Manuel Jesús Orbegozo, periodista querido y admirado por muchos de los que lo conocieron hizo el viaje más largo de su vida el 12 de setiembre de 2011, pero nos dejó su recuerdo y su obra: Testigos de su tiempo. Depende de cada uno, tener o no, las escrituras de alguien que ha sido testigo de infinidad de hechos grandes y pequeños, de alguien que, según sus amigos, nunca puso atajos a su trabajo. De alguien que afortunadamente abandonó la idea de ser militar y retirarse de la escuela de chorrillos para convertirse en el periodista que  conocimos. 

Gracias por su tiempo, por haber estado entre nosotros, por su predisposición a enseñar. Descanse en paz y gracias por ser mucho más que testigo de su tiempo.



En la Muralla China







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